lunes, 20 de junio de 2016

Y A LA ENTRADA DE LA CIRUGIA, LA VIRGEN MARIA

Si quieres comprar el libro "AHORA O NUNCA- El Tiempo del Amor" de Mario Ospina, click aquí...Ayer entraba a mi cirugía numero veinte posiblemente, si los cálculos no me fallan y no me equivoco por más de un diez por ciento, pero lo cierto es que de nuevo estaba la Hermosa Virgen María.

En la puerta de entrada a las salas de cirugía, nos apostábamos en una cola de tres pacientes: Una señora joven de unos 45 años de primera, en una silla de ruedas. Detrás de ella otra señora, linda , de edad avanzada, con sus cabellos blancos y acompañada de una monja adorable, una mujer mayor, con una mirada amorosa como la de Una Virgen Hermosa.

Después de ellas seguía yo, acompañado por mis padres, me resguardaban, junto al camillero, mientras la cola avanzaba, uno tras del otro.

La primera señora se estancó, parecía que tuviera algún problema de tramite, lo cual reforzaba la larga espera. Nos sentíamos, por lo menos yo, en una cola de misericordia, después de una batalla, esperando a que nos llegara el turno de ser atendidos para poder sobrevivir. No entiendo porque asimilé de esta manera ese momento, pero así lo sentí: el dolor profundo de tantas personas que tienen que esperar para ser atendidas y sanadas.

Así que seguía la señora mayor recostada en su camilla, quien sentía un gran dolor como el mío, era lo único que podía descifrar de ésta situación. Posterior a ella y en la parte final de la fila, me encontraba yo.

La monjita que acompañaba a la persona que estaba antes que yo, dirigió su mirada hacia atrás y me vio de repente, mientras observaba a su compañera de menesteres. No se que vio en mi, pero mientras yo me despedía de mis padres, quienes me acompañaban hasta el trámite final, dio dos pasos atrás y se acercó a mi camilla. Cogió mis manos y se puso a hablarme con mucha ternura …

-Hola! Te traigo un mensajito de la Virgen. No es una obra mía y debes creer en esto; no soy yo quien inventa estas palabras ni quien te dice lo que te voy a decir.  Solo se que estoy acá, porque la Virgen Santísima Madre María quiere que sepas que te acompaña en todo instante, que te protege, que está a tu lado y no te desampara. Quiere que confíes y sepas que todo va a estar bien y va a salir muy bien. Que entiendas que es  Jesús quien obra por medio de las manos de los médicos. Es Jesús quien va a estar allí moviendo cada una de las manos sanadoras de los médicos, así que no debes dudar y debes estar muy tranquilo. Ella siempre te ha acompañado y siempre te cuida, no lo olvides!  Siempre ha sido así y no va a dejar de serlo. Solo confía!

En ese momento me cogió la cabeza, un tanto trémula y ansiosa, mi agitación estaba al máximo, aunque fuera una cirugía menor comparada con las anteriores, pero los sollozos de mi madre, y la edad de mis padres, cada día me conmueve más al verlos sufrir por mi estado de salud. Me da tristeza tener que mantenerlos en esta situación, cuando lo que yo más quisiera es poderles dar toda la tranquilidad del mundo. Sin embargo están allí, al pie de la Cruz, ayudándome a cargarla, haciéndola más liviana con su Amor.

Al coger mi cabeza,  la abrazó con sus suaves manos, rebosantes de amor. Me dio un beso en mi mejilla izquierda. Así las pude sentir, y mientras pasaba sus blancas y tiernas manos por mi cabello en la parte trasera de mi cabeza, me transmitía fuertemente una sensación de tranquilidad, que fue con la misma con la que avanzó la fila, para posteriormente poder entrar a las salas de cirugía, esta vez totalmente tranquilo y confiado, de saber que como siempre, allí estaba Ella, hecha presente de la forma más sencilla y clara, más contundente para decirme lo que siempre, hasta ultimo momento se acerca a susurrarme: “Aquí estoy Yo, no te preocupes, Yo te cuido y te protejo”. “Ve en paz, en las manos de Dios y de Jesús mi hijo, no temas de nada, pues soy yo quien te cuida y te sostiene”.

Mientras tanto, afuera y en muchos lugares que aún no conozco, muchas personas rezaban por mi y su poder de oración  hacían mella en mi estado de salud. A todas las personas que han orado y pedido a Dios por mi salud, aquí les va mi más grande sentimiento de agradecimiento, que jamás tendré como pagarles.


En este instante volví a reconocer la compañía que siempre me mantiene fuerte. Ella misma, Mi Madre hermosa del Cielo, que siempre se presenta para decirme que no estoy solo, que me cuida y me acompaña… La Virgen de Guadalupe.Si quieres comprar el libro "AHORA O NUNCA- El Tiempo del Amor" de Mario Ospina, click aquí...

jueves, 9 de junio de 2016

YO ESTUVE EN EL BRONX

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Las últimas noticias con las que está sorprendiendo nuestra querida Bogotá al mundo son lamentables. Llenas de dolor y en un contexto que no me equivoco al considerarlas de demoníacas y perversas, son las imágenes del desalojo de la “Calle del Bronx”: un infierno en nuestra ciudad. La conocida como “Olla” por ser el expendio de drogas más grande del país y posiblemente de las más nefastas de Suramérica, nos sorprende por un alto contenido de maldad y de dolor, todo esto a escasos metros del palacio de gobierno colombiano.

Son imágenes cada día más lamentables, llenas de sufrimiento que nos muestran la cuna de los vicios, la indiferencia, la perversión y el desprecio.

Allí se encuentran los mal llamados “desechables”, que con cuyo nombre no hacemos otra cosa que  ofender al Dios bueno que nos creó a todos, por igual y que nos ama a todos de la misma manera, sin importar situación ni condición económica o social.

Yo pase por allí!

Creo que las imágenes que hemos visto nos han conmovido y saturado a muchos. Nos han movido las fibras más sensibles y nos han llevado a varias preguntas sin respuesta: 
Cómo es posible que pasen esas cosas tan desastrosas en la vida? Cómo es posible que exista este “infierno”? Cómo es posible que esta realidad, tan cruda y dolorosa, esté tan cerca de nosotros y no nos demos cuenta?

“Yo estuve en el Bronx” y creo que todos hemos estado tan cerca de este infierno, como nos lo muestran las imágenes y testimonios, los cuales parecen inconcebibles.

Estamos tan cerca del Bronx como aquel simple descuido que nos puede aproximar a él. Tan cerca como a un momento de indiferencia frente a los hijos o de desamor frente a la pareja. Tan cerca como un altercado familiar no resuelto; tan cerca como un momento de soledad no solucionado; o tan cerca como una discusión sin fundamento entre familiares que se queda sin sanar. El Bronx está lleno de éstas historias.

Se está tan cerca del Bronx como la lamentable debilidad con la que se enfrenta un vicio. Le es muy fácil llegar a ésta “calle de sufrimiento” a aquel “borrachito” que se  toma un trago y se embriaga cada fin de semana, tratando de encontrar en el licor la solución a sus tristezas, para simplemente pasarla bueno por el momento.

En una época en la cual yo ayudaba a dar de comer al “habitante de la calle” con mi amiga Vivi, participando en una obra hermosa que se llama “El Caldo”, auspiciada por la Catedral Primada, encontré de cerca el relato cercano de profesionales, capacitados y muy inteligentes personas que terminaron allí por varias circunstancias no tan extrañas que pasan en la vida. El Bronx está lleno de personas más del común y corriente como nosotros, más comunes y más corrientes que uno mismo. Estamos tan cerca de Él, como quien busca divertirse hasta el último trago de la fiesta. Nos acercamos al no saber manejar nuestras ataduras, nuestras cadenas, las que nos ligan incondicionalmente a nuestras debilidades.

Hemos estado tan cerca como cuando en mi época buscábamos rumba y aventura en la naciente calle 82. Hoy en día parece que El Bronx fuera el lugar de la aventura y de la fiesta loca, pues hasta allí llegaban colegiales y universitarios en busca de nuevas experiencias. Qué locura es la que está buscando la humanidad de hoy?

Estamos tan cerca como aquel piloto de avión que no supo en qué momento su vuelo se enredó y fue a parar en las pistas del peor de los infiernos, el de la Plaza España.

Tan cerca como aquel padre que no controla las actividades de su hijo, sus estudios, sus sueños; en un momento de malos resultados académicos lo descuida por un momento, suponiendo que todo va muy bien. Solo basta ese descuido, para que el mal con sus garras y sus tenazas malditas se apodere del presente y el futuro de cualquier hombre o mujer,  sin distinción de edad ni formación académica.

Tan cerca como aquel holandés, bien presentado que más pareciera salido de las páginas de una revista de moda, que de una historia de terror y persecución trágica que nos contó la revista Semana, donde era perseguido por unos “Sayayines” (ejército privado de las mafias del Bronx) con quienes casi pierde su vida!

A qué hora vino este hombre a forjar una vida como ésta?

Yo estuve en el Bronx! Hace unos tres años estuve allí; llegué hasta la esquina anterior, sin sospechar ni siquiera que todo lo que allí sucedía era tan agresivo y tan absurdo. Pero lo peor es que he estado dentro del Bronx mucho más de lo que yo imaginaba, porque toda esta historia solo trae a mis pensamientos el que éste Bronx lo vivimos a toda hora. No basta con entrar a las calles oscuras de la olla más podrida, pues el Bronx no es solo aquel lugar físico, sino que el Bronx es aquel lugar dentro de nuestros corazones que permitimos abrir cada vez que sentimos odio e indiferencia.

Estamos en el Bronx cada momento que aceptamos obrar sin amor. Al Bronx le abrimos las puertas y lo volvemos poderoso cada vez que vemos la corrupción personal, cuando nos damos el lujo de no actuar con compasión, cuando tratamos todo con indiferencia; cada vez que aceptamos actuar con desolación y tristeza. En ese mismo instante se abren las puertas del Bronx a cada uno y se quedan abiertas recibiendo nuevos visitantes!

Cuantas cosas atroces y desagradables no haremos en nuestra privacidad y con ello abrimos las puertas de esa calle del Bronx en nuestras vidas?

Yo estoy en el Bronx cuando mi corazón se deja vencer por la amargura y el amor propio, cuando se apoderan de mi la Indiferencia, la Vanidad y el Vicio.

Estoy en el Bronx cuando le doy poder a mis vanidades para que me dominen.


Yo  estuve en el Bronx, hace unos años cuando fui a ofrecer unos caldos, como lo mencioné anteriormente, con un grupo de servidores dirigidos por mi querida amiga Viviana. Estuvimos en la esquina donde comienza el mundo oscuro y pesado que nos mostraron los diferentes medios. También han estado allí los maravillosos, adorables y admirables jóvenes de Effetá a quienes quiero con todo mi corazón. Ellos asisten generosamente a darle una mano al desprotegido y alimento al necesitado en las cercanías de la Iglesia de la Capuchina. Están respondiendo con todo el corazón al llamado de la Misericordia, la Compasión y la Caridad. Sé que ésta actividad les está haciendo felices y salen de allí llenos del Amor de Dios.

Pero también he estado allí, cada vez que me resisto a actuar con sensatez; cuando le permito actuar a mis ataduras y mis debilidades. Esas cadenas se abren y se fortalecen cada vez que soy incapaz de mirar a los ojos del necesitado.

Estoy en el Bronx cada vez que acepto y dejo fluir mis pasiones desenfrenadas, mis odios, mi rabia contra el ser humano. Cada vez que abro las puertas a la Plaza España dejo vivir en mi una historia triste! Cada vez que me dejo dominar por el desamor, porque allí se encuentran personas del común, personas como tu y como yo, que no pudieron, en algún momento, sobrellevar un peso fuerte de la vida y cayeron en la desolación y la tristeza.


El Bronx es más real y más cercano de lo que uno se pueda imaginar. El Bronx está a la vuelta de la esquina. El Bronx está en el lamento que nunca fue escuchado o en el abrazo que nunca se dio! En la mirada esquiva que no quiso ver el dolor del prójimo. En la indiferencia del soberbio.

El Bronx es la expresión del mal, producto de nuestra indiferencia.

El Bronx es parte de nuestras vidas, no lo dejemos abandonado como si fuera solo una macabra historia.