VISITA AL ENFERMO- UN HOMBRE DE DIOS
Subí por el ascensor que conducía rápidamente del parqueadero a la parte
más alta del edificio. Apenas salí, divisé fácilmente los aviones que recientemente
despegaban del aeropuerto El Dorado de
Bogotá. El sonido fuerte de los motores a su máxima potencia, tratando de
sobrepasar los cerros de la ciudad que se encuentran a cerca de los tres mil
metros de altura, no me permitían escuchar cuando yo tocaba el timbre de su
apartamento.
Insistí con confianza, sabiendo que lo que venía podía ser una escena
triste. Inmediatamente abrió la puerta una mujer amable y cariñosa. Me esperaba
junto con la amiga mía y también con una señora mayor, quien después supe que
era su suegra.
Saludé emocionado, mientras pedía un baño prestado. El tráfico sabatino me
había mantenido por largo tiempo conduciendo del cual ya no estoy acostumbrado.
Finalmente salí, me dirigí al pasillo que conduce al extremo final del
apartamento y, de la mano de mis amigos, llegué al maravilloso encuentro que
ellos habían programado.
Carlos mi amigo, me condujo y junto con su mujer, me llevaron a las
habitaciones de los hijos: primero el varón,
con apariencia intelectual e inteligente, llevaba un libro entre sus manos y lo
leía con entusiasmo. Maravillosa edad juvenil!
Posteriormente saludé a su hija. Una chica, un poco mayor que su hermano, alta, con buena contextura física, un tanto tímida y cariñosa al hablar.
Dos jóvenes maravillosos, resultado de la buena labor de sus padres, que afrontan
la linda etapa de crecimiento y formación, pero que aún, más valerosos, enfrentan
la dura prueba del momento. La dolorosa enfermedad del jefe de casa… Su buen
padre, Cesar…
Después de un pequeño recorrido por el
corredor del apartamento y tras conocer a los integrantes de la familia,
llegamos a la habitación de mi nuevo amigo. En la habitación principal nos
esperaba un gran hombre, menudo por su tamaño y sobretodo liviano por el peso
del malestar que le ha cobrado muchos kilos, pero grande por lo más grande que
un ser humano puede tener: su corazón.
Él se encontraba recostado contra el espaldar de la cama, junto a la cual había una bomba grande de oxígeno. De
ella se sostenían algunas bombas de plástico infladas, intentando generar un
ambiente de alegría y en las cuales se le deseaba una feliz recuperación, la
que todos esperábamos. Sin embargo, el gran cilindro de oxígeno, dejaba notar
sobre todas las cosas, que la habitación era el espacio reservado para la salud.
Unas fotos de mi nuevo amigo sobre el tocador de su señora y algunas drogas
encima de una mesa adjunta; una caja de pañuelos desechables que utilizaríamos
posteriormente, y unos cojines grandes sobre los cuales reposaba su cuerpo
fatigado y triste.
Sin recostar su cabeza, Cesar nos atendió, haciendo un esfuerzo grande en
momentos en que su cuerpo no resistía mucho. Manaba líquidos por su nariz y por
su boca; el color de su piel era muy pálido, y sobretodo su cuerpo y su cara,
delgados, hacían pensar en una enfermedad imponiéndose sobre todas las cosas. Era
la cara dura de la Cruz.
Sus facciones dejaban ver a ese hombre bueno, sufriente pero valiente a la
vez, que no se amilanaba, pero si, mostrándonos su humildad ante el
sufrimiento. Así se cruzaron nuestras primeras palabras…
Mi saludo, con una sonrisa tratando de mostrarle mi agradecimiento por
recibirme, y al tomar asiento a su lado en un sillón totalmente contiguo a la
cama, nos dejaría uno a uno, totalmente
pegados, totalmente vecinos, como si estuviéramos en posición de un confesionario,
donde no se podía reconocer quien era el que contaba sus pecados y sus hazañas.
Tal vez ésta era la primera confesión equitativa… Cada uno contando sus
pormenores. Esto llenó mi corazón, pues no solo fui a oír sino también a
ser escuchado. A reír, como también a llorar…
Las lágrimas no demoraron en salir siendo yo el primero en hacerlo, al escuchar
su lamento con el que me saludó. Encontré tras de este hombre delgado, la
existencia de un ser bueno, de un
hombre de Dios, que bien ha sabido qué hacer con su vida: la ha llevado al
extremo del servicio y del amor.
En ese momento comprendí dónde me había puesto Dios en aquel instante: en
presencia real de un Cristo sufriente, de un buen hombre, humano como
cualquiera, dueño de sus propios temores y dolores, sufriendo ante la
incomprensión de lo que le estaba sucediendo.
Mi amigo es un médico que ha dedicado su vida a hacer el bien a las
personas, sin mirar a quien. Por medio de su profesión ha intentado que todo
paciente de cáncer que pasa por sus manos
sabias, no experimente, en lo posible, la sensación de dolor y
procurándole la sanación en cada una de sus atenciones. Un verdadero médico…
Se ha dedicado a la atención de esta enfermedad, cruel y dura; así que
reconoce perfectamente lo que esta sucediendo con su cuerpo, más que nadie.
Esto, me lo contaba con dolor. Cómo la vida toma sus matices irónicos y
dramáticos, para ubicarlo ahora en la escena contraria; para llevarlo en esta paradoja que es la vida,
de sanador a enfermo; de consolador a consolado; de médico a paciente; de
fuerte a débil según algunos. Pero sobre todas las cosas, de humano a más
humano que antes: a la maravillosa y hermosa humildad.
Así es la vida, nos pone en un momento al otro extremo de la vida, sin
contemplaciones, y para eso, lo único que necesitamos tener es una fe
fortalecida, unos valores inquebrantables, una conciencia clara y contundente,
de saber que cuando transitemos los desiertos, nuestro corazón permanezca en el
lugar correcto.
Este buen hombre sufría, no tanto por su dolor corporal, sino por dos cosas
que me parecieron maravillosas: me expuso que su mayor preocupación era que
quería haber tenido tiempo para llevar a su hija al altar. Entregarla al hombre
que fuera su esposo; llevarla por el camino de la vida hasta que se convirtiera
en esposa y madre, si Dios se lo permitía. Ahora le dolía no poder llegar hasta
ese instante.
Y la otra, poder compartir con su hijo los primeros momentos de sus salidas
con chicas, cuando conozca por primera vez a su novia, y poderle dar los
consejos que un padre da a su hijo cuando perfila los primeros romances de vida.
Cuando su corazón comience a latir por una mujer; cuando tenga sus primeras
historias de amor, pero que él pudiera estar junto a su hijo para darle sus
consejos; para conocer y acompañar a su hijo en sus primeras quimeras, junto a
las mujeres; parte normal del crecimiento y primeros sueños del ser humano. Preocupaciones
totalmente válidas y humanas, sencillas y básicas, como el mismo!
Ahora Cesar, no sabía si podía llegar hasta esos momentos de vida familiar,
que todo padre cree tener ganado por naturaleza, pero que pare él ya no era tan
claro. Esto le dolía más que nada.
El hombre que ha sido bueno y dedicado a amar a las personas, ahora le
faltaba posiblemente tiempo, para darle amor y el mejor consejo a quienes más
amaba. Sus propios hijos! Y así, existir al lado de su esposa, para poco a poco
envejecer y ver a sus nietos crecer,
para seguir amando y seguir viviendo...
Cómo es de fuerte la experiencia de la enfermedad que en un momento nos
trae una supuesta fotografía futura de la vida…. Tan solo en un segundo!
Cómo es de maravillosa la enfermedad, que en un solo instante es capaz de
traer a nuestra imaginación, las posibilidades futuras en las que seguro nunca
pensamos… Y el pasado y el presente, todos al tiempo!
En ese instante, hicimos una oración y con todo el deseo que existía entre
nosotros, acudimos al Amor más grande y maravilloso, el Amor de Dios, para que
con su misericordia, simplemente le diera una oportunidad, como alguna vez yo
la pedí, de tener un tiempo más en la vida. Un tiempo para Amar.
Mi amigo decidió confiar y creer en lo más importante de su vida. Decidió confiar
en el Amor y en la Vida. Decidió creer y aceptar que hay una fuerza mayor que
todo lo demás, y simplemente, confiar en Dios; entregar su dolor y vivirlo como
Dios quisiera. Decidió entregar su enfermedad al Amor, y de esta manera confiar
y esperar, en La Voluntad mayor y absoluta; que se encargara de todo de aquí en
adelante, así el panorama fuera difícil. Puso toda su confianza, lo que tiene y
lo que no tiene, sus dudas y certezas; sus sueños y tristezas; su dolor y su
angustia; todas puestas en las manos correctas, fuera de las suyas!
--------------
Decidió entregar todo lo que tenía y hacerlo con paciencia y humildad, como
se le vio en ese momento. Un hombre así es fácil de reconocer. Un corazón así,
es fácil de pensar cuál es su rumbo y esperanza.
El decidió confiar en Dios, esperar en Él y aceptar con alegría y humildad
el camino venidero, sin saber para dónde iría; simplemente esperar en Dios… Con
Amor absoluto entregar su voluntad y confiar!
Un hombre de un corazón inmenso y maravilloso, dueño de sus miedos, temores
y sueños, pero también de su decisión de amar y entregar. En ese instante la
entrega fue total.
Rezamos y pedimos, con nuestras manos puestas sobre su abdomen herido y
caliente, lleno de cicatrices…
Después de esto, rezamos un rosario en familia y una gran paz se apoderó de
todos nosotros. Nuestras caras cambiaban poco a poco, inundándose el espacio de
mucha esperanza y felicidad. Solo era tiempo de esperar y confiar. De luchar, pero de una manera diferente, una lucha ligada al amor y la esperanza!
Así fue la visita a este gran hombre de Dios que conocí hace un par de meses…
________________________________
Hace unos cuantos y pocos días, me llamó mi amigo Carlos, quien me llevó a
casa de Cesar, después de algunos días de espera y confianza en los que Cesar
entregó todo a la voluntad amorosa de Dios. Contesté el teléfono y muy
sorprendido, pues no han pasado más de sesenta días, tuve una conversación
maravillosa que nunca hubiera pensado recibir, debido a la cercanía de los
hechos. Carlos me dijo:
-Mario te tengo una noticia. El Pet (examen especializado que nos hacen a
quienes tenemos las bendiciones tumorales en nuestro cuerpo) ha salido hace
unos momentos, y en ellos dice que Cesar… (puntos suspensivos y tal cual,
llenos de suspenso…) no tiene absolutamente NADA…. Todos los rastros de cáncer
que tenía allí, desaparecieron. Está absolutamente limpio…!-
Yo contesté, sin dudar:
-Es un Milagro!-
Y después de un momento maravilloso, colgué la llamada con una gran sonrisa
en mi cara.
Sabía lo que estaba pasando.
Quien lo pudiera creer!!! Cesar un día, cuando se pensaba que estaba
pasando el peor momento de su vida, decidió afrontarlo con más Amor que nunca,
decidió poner su confianza en el lugar correcto, y esto fue lo que recibió de
recompensa...
Así seguirán pasando muchos milagros!!!
Tu, quieres creer, o no?
Allí está tu decisión…