viernes, 21 de julio de 2017

LA HISTORIA DE UN MILAGRO



 VISITA AL ENFERMO- UN HOMBRE DE DIOS


Subí por el ascensor que conducía rápidamente del parqueadero a la parte más alta del edificio. Apenas salí, divisé fácilmente los aviones que recientemente despegaban del aeropuerto El Dorado de Bogotá. El sonido fuerte de los motores a su máxima potencia, tratando de sobrepasar los cerros de la ciudad que se encuentran a cerca de los tres mil metros de altura, no me permitían escuchar cuando yo tocaba el timbre de su apartamento.

Insistí con confianza, sabiendo que lo que venía podía ser una escena triste. Inmediatamente abrió la puerta una mujer amable y cariñosa. Me esperaba junto con la amiga mía y también con una señora mayor, quien después supe que era su suegra.

Saludé emocionado, mientras pedía un baño prestado. El tráfico sabatino me había mantenido por largo tiempo conduciendo del cual ya no estoy acostumbrado. Finalmente salí, me dirigí al pasillo que conduce al extremo final del apartamento y, de la mano de mis amigos, llegué al maravilloso encuentro que ellos habían programado.

Carlos mi amigo, me condujo y junto con su mujer, me llevaron a las habitaciones de los  hijos: primero el varón, con apariencia intelectual e inteligente, llevaba un libro entre sus manos y lo leía con entusiasmo. Maravillosa edad juvenil!

Posteriormente saludé a su hija. Una chica, un poco mayor que su hermano, alta, con buena contextura física, un tanto tímida y cariñosa al hablar. Dos jóvenes maravillosos, resultado de la buena labor de sus padres, que afrontan la linda etapa de crecimiento y formación, pero que aún, más valerosos, enfrentan la dura prueba del momento. La dolorosa enfermedad del jefe de casa… Su buen padre, Cesar…

Después de un pequeño recorrido por el corredor del apartamento y tras conocer a los integrantes de la familia, llegamos a la habitación de mi nuevo amigo. En la habitación principal nos esperaba un gran hombre, menudo por su tamaño y sobretodo liviano por el peso del malestar que le ha cobrado muchos kilos, pero grande por lo más grande que un ser humano puede tener: su corazón.


Él se encontraba recostado contra el espaldar de la cama, junto  a la cual había una bomba grande de oxígeno. De ella se sostenían algunas bombas de plástico infladas, intentando generar un ambiente de alegría y en las cuales se le deseaba una feliz recuperación, la que todos esperábamos. Sin embargo, el gran cilindro de oxígeno, dejaba notar sobre todas las cosas, que la habitación era el espacio reservado para la salud.

Unas fotos de mi nuevo amigo sobre el tocador de su señora y algunas drogas encima de una mesa adjunta; una caja de pañuelos desechables que utilizaríamos posteriormente, y unos cojines grandes sobre los cuales reposaba su cuerpo fatigado y triste.

Sin recostar su cabeza, Cesar nos atendió, haciendo un esfuerzo grande en momentos en que su cuerpo no resistía mucho. Manaba líquidos por su nariz y por su boca; el color de su piel era muy pálido, y sobretodo su cuerpo y su cara, delgados, hacían pensar en una enfermedad imponiéndose sobre todas las cosas. Era la cara dura de la Cruz.

Sus facciones dejaban ver a ese hombre bueno, sufriente pero valiente a la vez, que no se amilanaba, pero si, mostrándonos su humildad ante el sufrimiento. Así se cruzaron nuestras primeras palabras…

Mi saludo, con una sonrisa tratando de mostrarle mi agradecimiento por recibirme, y al tomar asiento a su lado en un sillón totalmente contiguo a la cama, nos dejaría uno a uno,  totalmente pegados, totalmente vecinos, como si estuviéramos en posición de un confesionario, donde no se podía reconocer quien era el que contaba sus pecados y sus hazañas. Tal vez ésta era la primera confesión equitativa… Cada uno contando sus pormenores. Esto llenó mi corazón, pues no solo fui a oír sino también a ser escuchado. A reír, como también a llorar…

Las lágrimas no demoraron en salir siendo yo el primero en hacerlo, al escuchar su lamento con el que me saludó. Encontré tras de este hombre delgado, la existencia de un ser bueno, de un hombre de Dios, que bien ha sabido qué hacer con su vida: la ha llevado al extremo del servicio y del amor.

En ese momento comprendí dónde me había puesto Dios en aquel instante: en presencia real de un Cristo sufriente, de un buen hombre, humano como cualquiera, dueño de sus propios temores y dolores, sufriendo ante la incomprensión de lo que le estaba sucediendo.

Mi amigo es un médico que ha dedicado su vida a hacer el bien a las personas, sin mirar a quien. Por medio de su profesión ha intentado que todo paciente de cáncer que pasa por sus manos  sabias, no experimente, en lo posible, la sensación de dolor y procurándole la sanación en cada una de sus atenciones. Un verdadero médico…

Se ha dedicado a la atención de esta enfermedad, cruel y dura; así que reconoce perfectamente lo que esta sucediendo con su cuerpo, más que nadie. Esto, me lo contaba con dolor. Cómo la vida toma sus matices irónicos y dramáticos, para ubicarlo ahora en la escena contraria;  para llevarlo en esta paradoja que es la vida, de sanador a enfermo; de consolador a consolado; de médico a paciente; de fuerte a débil según algunos. Pero sobre todas las cosas, de humano a más humano que antes: a la maravillosa y hermosa humildad.

Así es la vida, nos pone en un momento al otro extremo de la vida, sin contemplaciones, y para eso, lo único que necesitamos tener es una fe fortalecida, unos valores inquebrantables, una conciencia clara y contundente, de saber que cuando transitemos los desiertos, nuestro corazón permanezca en el lugar correcto.

Este buen hombre sufría, no tanto por su dolor corporal, sino por dos cosas que me parecieron maravillosas: me expuso que su mayor preocupación era que quería haber tenido tiempo para llevar a su hija al altar. Entregarla al hombre que fuera su esposo; llevarla por el camino de la vida hasta que se convirtiera en esposa y madre, si Dios se lo permitía. Ahora le dolía no poder llegar hasta ese instante.

Y la otra, poder compartir con su hijo los primeros momentos de sus salidas con chicas, cuando conozca por primera vez a su novia, y poderle dar los consejos que un padre da a su hijo cuando perfila los primeros romances de vida. Cuando su corazón comience a latir por una mujer; cuando tenga sus primeras historias de amor, pero que él pudiera estar junto a su hijo para darle sus consejos; para conocer y acompañar a su hijo en sus primeras quimeras, junto a las mujeres; parte normal del crecimiento y primeros sueños del ser humano. Preocupaciones totalmente válidas y humanas, sencillas y básicas, como el mismo!

Ahora Cesar, no sabía si podía llegar hasta esos momentos de vida familiar, que todo padre cree tener ganado por naturaleza, pero que pare él ya no era tan claro. Esto le dolía más que nada.

El hombre que ha sido bueno y dedicado a amar a las personas, ahora le faltaba posiblemente tiempo, para darle amor y el mejor consejo a quienes más amaba. Sus propios hijos! Y así, existir al lado de su esposa, para poco a poco envejecer y ver a sus  nietos crecer, para seguir amando y seguir viviendo...


Cómo es de fuerte la experiencia de la enfermedad que en un momento nos trae una supuesta fotografía futura de la vida…. Tan solo en un segundo!

Cómo es de maravillosa la enfermedad, que en un solo instante es capaz de traer a nuestra imaginación, las posibilidades futuras en las que seguro nunca pensamos… Y el pasado y el presente, todos al tiempo!

En ese instante, hicimos una oración y con todo el deseo que existía entre nosotros, acudimos al Amor más grande y maravilloso, el Amor de Dios, para que con su misericordia, simplemente le diera una oportunidad, como alguna vez yo la pedí, de tener un tiempo más en la vida. Un tiempo para Amar.

Mi amigo decidió confiar y creer en lo más importante de su vida. Decidió confiar en el Amor y en la Vida. Decidió creer y aceptar que hay una fuerza mayor que todo lo demás, y simplemente, confiar en Dios; entregar su dolor y vivirlo como Dios quisiera. Decidió entregar su enfermedad al Amor, y de esta manera confiar y esperar, en La Voluntad mayor y absoluta; que se encargara de todo de aquí en adelante, así el panorama fuera difícil. Puso toda su confianza, lo que tiene y lo que no tiene, sus dudas y certezas; sus sueños y tristezas; su dolor y su angustia; todas puestas en las manos correctas, fuera de las suyas!


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Decidió entregar todo lo que tenía y hacerlo con paciencia y humildad, como se le vio en ese momento. Un hombre así es fácil de reconocer. Un corazón así, es fácil de pensar cuál es su rumbo y esperanza.

El decidió confiar en Dios, esperar en Él y aceptar con alegría y humildad el camino venidero, sin saber para dónde iría; simplemente esperar en Dios… Con Amor absoluto entregar su voluntad y confiar!

Un hombre de un corazón inmenso y maravilloso, dueño de sus miedos, temores y sueños, pero también de su decisión de amar y entregar. En ese instante la entrega fue  total.

Rezamos y pedimos, con nuestras manos puestas sobre su abdomen herido y caliente, lleno de cicatrices…

Después de esto, rezamos un rosario en familia y una gran paz se apoderó de todos nosotros. Nuestras caras cambiaban poco a poco, inundándose el espacio de mucha esperanza y felicidad. Solo era tiempo de esperar y confiar. De luchar, pero de una manera diferente, una lucha ligada al amor y la esperanza!

Así fue la visita a este gran hombre de Dios que conocí hace un par de meses…

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Hace unos cuantos y pocos días, me llamó mi amigo Carlos, quien me llevó a casa de Cesar, después de algunos días de espera y confianza en los que Cesar entregó todo a la voluntad amorosa de Dios. Contesté el teléfono y muy sorprendido, pues no han pasado más de sesenta días, tuve una conversación maravillosa que nunca hubiera pensado recibir, debido a la cercanía de los hechos. Carlos me dijo:

-Mario te tengo una noticia. El Pet (examen especializado que nos hacen a quienes tenemos las bendiciones tumorales en nuestro cuerpo) ha salido hace unos momentos, y en ellos dice que Cesar… (puntos suspensivos y tal cual, llenos de suspenso…) no tiene absolutamente NADA…. Todos los rastros de cáncer que tenía allí, desaparecieron. Está absolutamente limpio…!-

Yo contesté, sin dudar:

-Es un Milagro!-

Y después de un momento maravilloso, colgué la llamada con una gran sonrisa en mi cara.

Sabía lo que estaba pasando.

Quien lo pudiera creer!!! Cesar un día, cuando se pensaba que estaba pasando el peor momento de su vida, decidió afrontarlo con más Amor que nunca, decidió poner su confianza en el lugar correcto, y esto fue lo que recibió de recompensa...


Así seguirán pasando muchos milagros!!!

Tu, quieres creer, o no?


Allí está tu decisión…







domingo, 15 de enero de 2017

A NATALIA GARCIA- LA RAZÓN DEL TITULO DEL LIBRO



Su nombre Natalia García.

Su frase: hermosa y poderosa!
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El semáforo de la amplia y agradable calle 94 con carrera 11 se puso en verde y los carros seguían su afanoso camino por la ciudad. Ella hizo un descanso, al costado izquierdo de la vía, recostada al pie del candelabro de piedra de siete luces que hace honor a la colonia Judía de la ciudad. Yo pasaba por allí por casualidad.

Salí de mi casa caminando, recorriendo las calles cercanas. Iba apresurado hacia un restaurante cerca del parque de la 93 donde me esperaban algunos amigos con quienes celebraríamos el cumpleaños de Paolo, uno de mis amigos de la infancia, del colegio Italiano.. El paso de los años no lograba separarnos.

Compré un café y lo fui tomando mientras caminaba, y pensaba al paso de mi recorrido… Un delicioso café colombiano!

Seguí mi camino atravesando el parque en dirección occidente, cuando recordé que no había traído las pastillas que debía tomar después del almuerzo. Así que di media vuelta y con algo de pereza y cansancio me dirigí de nuevo hacia mi casa, subiendo por la calle 94 y el café entre mis manos.

Al cruzar de nuevo la carrera 11 vi a lo lejos una agraciada mujer que hacía algunas maromas en la calle. La valiente mujer, de pelo corto tenía un aspecto parecido al de aquel personaje francés que para los años 90s me cautivara en el cine francés: Amelié. Su figura era esbelta y su vestidura ceñida, la hacían ver como una estrella de circo; manejaba en sus manos y sobre su frente, intercalando la función, una bola de menor tamaño y tres pines de bolos. Era una experta.

Mientras el semáforo hacía la pausa, ella se tomaba un descanso y en ese preciso momento yo pasé a su lado. Se le cayó un pin al frente mío y como yo iba en su dirección, muy cerca, intenté recoger su objeto, procurando, sin otra intención, de ser caballeroso con ella. Se inclinó en las puntas de sus pies, recogió el pin, no dejándome la posibilidad de lucirme. Esta vez, lo único que restaba por hacer, era mostrarle una amigable sonrisa, con la cual se entendiera mi saludo y reverencia.

Nuestras miradas se cruzaron y lo único que hizo, con un gesto de agradecimiento, fue sonreírme al paso. De repente nuestras miradas se cruzaron en un saludo furtivo, agradecido. En un acto simple, básico y sencillo de Amor.

Yo seguía con el vaso de café pero ya se encontraba casi vacío, quedaba poco café. Entonces la mujer me dijo:

-No te hubieras molestado…! - con un simpático tono de exclamación.

Yo no comprendí en ese momento su gesto, creo que solo estaba contento con su mirada agradecida por el intento de socorrerla, así que no tuve otra alternativa que preguntarle:

-¿Qué dijiste? ¡No te entendí… Disculpa! -

En ese momento, sin haberlo planeado, se entrelazaban nuestras vidas. Teníamos una pequeña conversación; yo estaba feliz con la nueva amiga que la calle me regalaba.

-Que no te hubieras preocupado por mi!- Insistió aún más amigable. Era un tono jocoso que me hacía sentir muy cómodo. Se refería al café que miraba y que yo llevaba entre mis manos.

Inmediatamente asumí que “tomándome del pelo” (como decimos en Colombia), me decía que gracias por haberle traído ese café. Yo comprendí su intención y me animé a regalarle lo que quedaba de mi bebida:

-¿Quieres?-  le pregunté, pero le aclaré que quedaba muy poco. Estaba yo dispuesto a regalárselo aunque me daba pena y tristeza no tener el vaso lleno para ofrecérselo a mi valiosa y valiente amiga.

Nuevamente con una mirada cómplice, me hizo un gesto con el cual me decía que no; que no me preocupara. No había problema.

Entonces yo insistí. Quería tener un detalle, cualquiera que fuera; quería darle un regalo, un presente para dar por inaugurada esta hermosa amistad, la cual fue más que eso, pero esta vez me sorprendería como nunca:

Mirándome con sus ojos café profundo, más expresivos que antes y dejando un pequeño espacio en un corto pero intenso silencio, me dijo:

-Es Ahora o Nunca!

La miré entonces fijamente, con mayor interés! Conmocionado y sin comprender exactamente lo que me había hecho sentir, fueron tan profundamente penetrantes sus palabras que abrieron un hoyo en mi alma…

Cogí mi vaso, ya casi vacío y pensé por un instante si le daba lo poco que  quedaba. Si se trataba de eso su comentario; si ese “ahora o nunca” consistía en darle algo ya mismo.

Me sonreí de nuevo y esta vez bajé mi cabeza después de un hasta pronto, pero mi mente había quedado congelada en ese instante… Qué quería decir ese “Ahora o Nunca”?

Que era lo que significaba esa frase tan poderosa que había quedado guardada en mi cabeza, pero sobretodo en mi corazón y en mi alma? No lo entendía bien, pero me había removido un gran sentimiento al interior. Algo había pasado conmigo después de esa frase. Estaba muy impactado.

Me despedí y seguí mi camino, totalmente feliz y plácido, pues ya sabía que éste había sido un encuentro maravilloso y bendecido, nada coincidencial; todo tenía un sentido maravilloso en mi vida, de hace un tiempo en adelante, aunque todavía no sabia el por qué. 

Sinceramente no comprendía todavía el poder de esas palabras. Pensé que de pronto lo que quería decir era que no la dejara escapar, que me devolviera y siguiera hablando con ella. Era “Ahora o nunca”, de algo que no sabía. Era ahora o nunca de seguir hablando con ella, de vivir, tal vez de traerle un nuevo café y conocer algo más de su vida; de no dejarla escapar, a ella o tal vez con ella, alguna oportunidad, algún mensaje, algún detalle que no se irían nunca más.

“Ahora o nunca”, esas palabras magníficas que significaban tanto para mi, tal vez no volver a dejar escapar ningún momento maravilloso, o simplemente ahora, ya o nunca, para vivir, para amar, para algo! Estaba muy seguro de eso!

Pensativo, muy pensativo por el poder de esas palabras pronunciadas de repente, seguí mi camino, después de despedirme, sin saber ni siquiera como se llamaba. Yo estaba aturdido, pensativo, por el poder de aquel momento maravilloso!

Continué mi camino hacia mi casa para recoger las pastillas y salir de nuevo a la reunión.

Cuando llegué a casa, confieso que en ningún momento dejé de pensar en esas palabras y en esta mujer. Me dirigí a mi escritorio, donde todo tiene un lugar en su propio desorden; tomé las dos pastas que debía llevar, las puse en el pequeño bolsillo que queda sobre el bolsillo grande a la derecha de mis jeans y donde comúnmente se guardan las monedas pero no en mi caso. Ese lugar está reservado para mis pastillas. Las guardé y luego tomé un lapicero y escribí la frase hermosa que conmovería mi vida. “Es ahora o nunca” y lo puse en una hoja aparte, la primera de un trabajo largo que venía desarrollando desde hacía un largo tiempo. En ese momento, maravillado y feliz, lo comprendí todo...

Me acerqué a la nevera, abrí la puerta, intentando encontrar alguna botella de jugo o gaseosa, para llevarle a la nueva amiga “Amelié”, de regreso al destino inicial.

No encontré nada, eso es lo normal. La nevera casi siempre está vacía desde que vivo solo. Quería llevarle algo pero aparentemente esta, no era la ocasión. Así que volví a la calle, sin dejar de pensar ni un solo instante en lo que había sucedido.

Retomé el camino, paso a paso y pronto llegué de nuevo a la calle 94, por donde bajaría, no sin antes pasar de nuevo por el lugar donde se encontraba ella.

Caminé en dirección hacia donde se encontraba e iba pensando en qué le diría esta vez. Tal vez sería “ahora o nunca”…

Cuando me fui acercando, el semáforo cambió a verde. De nuevo, “la artista de la calle” hizo su malabar y una vez terminó, se tomó un descanso y se puso al costado izquierdo por donde pasé en ese preciso instante.

-Cómo te llamas?- le pregunté esta vez convencido de que debía sostener una conversación.

-Natalia-  me contestó y yo, indagué por su apellido.

Me dijo que se llamaba Natalia García y que era de la ciudad de Manizales, zona cafetera de Colombia, con un dulce tono paisa. Pude apreciar que era una joven mujer.

Entonces quiso saber mi nombre y después de una pequeña presentación que le hice, me preguntó dónde estudiaba, ante lo cual yo me sonreí y le dije que hacía ya mucho tiempo había pasado por las aulas de la universidad; que había estudiado Administración de Empresas y que me había dedicado a trabajar en la bolsa de valores. Esta vez no dudé un solo segundo y le dije:

-Natalia tengo que contarte algo…- y procedí a relatarle parte de mi historia…

-Trabajé durante más de veinte años en la bolsa y me retiré hace cerca de cuatro, pues tengo un cáncer hace aproximadamente veinte años, en los cuales he luchado por salir adelante junto de la mano de Dios. Por eso, gracias a ÉL, escribí un libro, el cual estoy a punto de terminar, y llevo  casi cinco meses, en los que, insistentemente, he pedido a Dios en oración, frente al Santísimo todo el tiempo, que me dé el título para este libro, porque el que tengo, no me ha gustado-.

-No estaba convencido de ningún título- proseguí, - ha sido una labor difícil, pero confiaba en que Dios me lo mostrara en algún momento. En la lista tenía casi veinte nombres, veinte títulos, y en todos ellos sentía que no trasmitía lo que yo quería en una sola y corta frase.  Ahora que el libro acaba de quedar listo, apareces tu, con esa frase poderosa que me dejó  impactado!- le confesé con gratitud. 

-Así que quiero que sepas, si de pronto nos volvemos a ver o nos encontramos por la vida, o si tu llegas a encontrarte con este libro de casualidad en algún momento de tu vida, que ese título es por ti. Quiero que siempre sepas que eres parte de esta historia y que cuando lo veas por la calle, si Dios lo permite, entiendas que el nombre del libro se debe a ti... Muchas gracias Natalia!!!-  finalicé.

En ese momento Natalia me miró con unos ojos grandes e impactados; estaba sorprendida con el relato.

Que significaba en mi vida ese “es Ahora o Nunca”? Que significaría para ella? O, tal vez para cualquiera? Significaba mucho en la mía!!

Después de todo esto, me dijo que quedaba muy agradecida, y con una tierna mirada en sus ojos, posiblemente tratando de retribuir en algo la situación, me dijo que me agradecía por lo que le había contado y que yo era valiente.

En mi interior lo único que pensé fue:

-¿Valiente yo?-

-¿Me lo dice una bella mujer, joven, que viene de otro lugar y ha sido capaz de dejar su ciudad y salir a la calle a perseguir el sueño de derrotar la adversidad para conquistar la esperanza y la vida?- me pregunté.

-Creo que no!- Valiente ella, pensaba en mi interior y se lo dije inmediatamente y con tristeza le comuniqué que debía irme a cumplir una cita en un restaurante cercano.

-Ojalá nos volvamos a encontrar!- pronuncié, y esta vez ella me dijo que si, que ojalá nos volviéramos a ver, para tomarnos el café.

Con gran esperanza en mi corazón y con una alegría creciente, me despedí dándole un tierno abrazo y un beso en la mejilla, y me fui caminando mientras desaparecía en el horizonte gris de la ciudad. Ella tomó sus pines y con más alegría, creo yo, los volvió a tirar al cielo.

Yo seguí mi camino feliz, totalmente seguro de haber recibido un maravilloso regalo: el título del libro que por tanto tiempo había pedido a Dios en oración y Él me lo daba en el momento justo, antes de terminarlo. En Su tiempo perfecto y de boca de una linda mujer. De una entrañable amiga...

Había sido cuestión de tener paciencia...




Este regalo fue tan impactante, que jamás dudé de dónde venía ni del tipo de regalo que era. Tampoco que había salido de un pequeño pero genuino acto de amor; de un acto de mirar a los ojos a mi vecino en la calle, situación que seguramente nunca antes hacía. Un acto de amor, del que se trata la vida…

De una vida que es…   Ahora o nunca!